En los últimos 20 años y a raíz de diversos escándalos financieros que afectaron considerablemente la economía mundial y sentaron los cimientos necesarios para que la crisis financiera mundial 2008 – 2010 tuviera impacto considerable, los reguladores de todo el mundo decidieron intervenir con mayor fuerza en las compañías

poniendo un énfasis especial en aquellas que cotizan en bolsa y generar una regulación más sólida y eficaz, para prevenir, entre otras cosas, una nueva crisis mundial y que las compañías fueran blanco fácil para los delincuentes de cuello blanco.

Los delitos financieros, también conocidos como delitos de cuello blanco, se caracterizan por tener un importante impacto en la economía no sólo de los países afectados, sino en todo el sistema financiero internacional. Por esta razón, la comunidad internacional se ha dado a la tarea de mantener estándares que permitan un combate frontal eficaz y eficiente, pero sobre todo, en desarrollar documentos que permitan a los países y a sus entidades prevenir estos delitos.

Hoy en día, las compañías públicas o no, deben de contar con un sólido marco de control interno y de un gobierno corporativo robusto.

Una pregunta que todos nos debemos de formular al intentar buscar una relación entre la prevención del fraude y el gobierno corporativo es: ¿cuál es la importancia del gobierno corporativo en la prevención del fraude?

La Asociación de Especialistas Certificados en Delitos Financieros (ACFCS), clasifica al lavado de dinero, el fraude, la evasión fiscal y a la corrupción como los principales cuatro delitos financieros al ser los que tienen un mayor impacto a nivel mundial.

La prevención del fraude ha sido una de las áreas que mayor fortalecimiento ha tenido a nivel internacional desde algunos eventos históricos que dejaron una lección muy importante sobre el fortalecimiento de esquemas que permitan gestionar el riesgo de fraude de manera oportuna: el desplome de las “Punto Com” y el caso Enron, entre otros.

Cuando hablamos sobre prevención del fraude, debemos de considerar que éste, a diferencia del lavado de dinero o de la evasión fiscal, tiene un componente psicológico muy fuerte que juega un papel importante en la comisión de delito. Aun cuando existan mecanismos de prevención de fraude predictivos, tales como sistemas automatizados, siempre existe una ventana abierta para su comisión.

Bologna, Lindquist & Wells (1993) en su estudio realizado y plasmado en su libro, demostraron que el 20% de la población es honesta y tiende a actuar siempre de esta manera, aunque nadie esté observando; por otro lado, el otro 20% es deshonesta y siempre actuará de esta manera, mientras que el 60% restante, actuará de acuerdo a las circunstancias.

Este 60% “voluble” de la población es el que nos debe de preocupar y en el que comienza a radicar la importancia del gobierno corporativo para la prevención del fraude. Podemos inferir que este 60% de la población necesita de un “vigilante”, necesita saber que, si actúa de manera indebida, habrá consecuencias.

El estudio mencionado anteriormente se ve complementado por Cressey (1973). En su libro Other’s people money, Cressey afirma que:

Las personas de confianza se convierten en violadores de la misma cuando se conciben teniendo un problema financiero que no es compartible. Son conscientes de que este problema puede ser resuelto en secreto, violando la posición de confianza financiera que tienen y son capaces de aplicar su propia conducta en esa situación a través de verbalizaciones que les permiten ajustar sus concepciones de sí mismos como personas de confianza, son esas concepciones de sí mismos como usuarios de los fondos o propiedades encomendadas.

Por tales razones, la Asociación de Examinadores Certificados de Fraude, ACFE, por sus siglas en inglés, ha diseñado un modelo que permite explicar la hipótesis de Cressey, llamado el triángulo del fraude.

Según la Asociación de Examinadores Certificados de Fraude (2014), este modelo permite explicar los factores que hacen que una persona llegue a cometer un fraude laboral. Consta de tres elementos que en su conjunto, promueven un comportamiento fraudulento:

  1. La motivación: Consiste en que el sujeto no puede resolver sus problemas por medios legítimos, así que empieza a considerar el llevar a cabo un acto ilegal. Ésto conlleva un deseo material o psicológico del defraudador para cometer un ilícito.
  2. La oportunidad: Es crítico que el que comete el fraude sea capaz de resolver su problema en secreto. Si un perpetrador del fraude es atrapado, dañaría tanto su estatus, como los problemas subyacentes que estaba tratando de conciliar.
  3. La racionalización: Es la percepción que tiene el defraudador de que su actividad ilícita es correcta; tiene una equivocada apreciación de sus actos, convirtiéndolos en aceptables y correctos.

Sin la existencia de los tres componentes del triángulo del fraude, este ilícito no se puede perpetuar. Uno de los mecanismos más efectivos para la prevención del fraude es aquel en el que las organizaciones mitiguen la existencia de oportunidades, ya que de los tres componentes antes mencionados, éste es el único que radica en los controles de las entidades.

Derivado de las características psicológicas del ilícito, la ACFE ha demostrado que el castigo y el regaño son elementos no funcionales en materia de prevención del fraude; por el contrario, cuando las organizaciones enfocan parte de sus recursos en asegurar que no existan las oportunidades o “ventanas”, se logra en gran medida reducir la probabilidad de ocurrencia del ilícito.

Otro de los elementos con mejores resultados demostrados son las líneas de denuncia (Hot Lines). Este mecanismo ha sido, según el Reporte a las Naciones de la ACFE, el que mayores fraudes ha detectado en las organizaciones y dada la naturaleza del ilícito, no es de extrañarnos que así lo sea.

Cuando las organizaciones dan un claro mensaje desde la junta de accionistas y la alta gerencia (Tone-at-the-top) sobre la no tolerancia de los ilícitos, se crea un efecto panóptico en los colaboradores.

El efecto panóptico se refiere a la sensación de que “alguien está vigilando” y tiene su origen en las torres de vigilancia que se incorporan en las prisiones. De esta manera, los reos saben que en la cima de la torre existe un custodio que los está observando y que actuará ante cualquier mal comportamiento. La psicología ha demostrado que después de un tiempo, aunque no haya nadie vigilando, el simple hecho de que la torre siga y los reos no puedan ver qué hay dentro, hace que la sensación de vigilancia siga presente y por consiguiente la conducta del reo sea la esperada.

Puede parecer extraño que el castigo y el regaño no sean mecanismos coercitivos; Sin embargo, el entendimiento del comportamiento criminal nos puede ayudar a entender el por qué. Según la Asociación de Examinadores Certificados de Fraude (2016), gran parte del entendimiento del comportamiento criminal la podemos atribuir a B.F. Skinner.

Es importante comenzar a pensar en el empleo como un sistema de comportamiento ya que la mayoría de los fraudes se cometen en el ambiente laboral, lo que resalta la conexión entre la economía y las acciones de las personas. Para ambos, tanto el ladrón como el empleado dedicado, el dinero ejerce una poderosa influencia y es muy poco probable que esto cambie. [….] Entre mayor sea nuestro entendimiento sobre cómo se comporta la gente, estaremos mejor preparados para cambiar la manera en que lo hacen.

Los estudios sobre comportamiento como aquellos efectuados por Skinner, muestran que el castigo es el mecanismo menos efectivo para cambiar el comportamiento. De acuerdo a Skinner, el castigo trae consigo una supresión temporal del comportamiento, pero únicamente con una constante supervisión y aplicación. En repetidos experimentos, Skinner encontró que el castigo – ya sea aplicando un estímulo negativo o llevándose uno positivo – efectivamente extinguió el comportamiento del sujeto, pero ese comportamiento regresó cuando se levantaba el castigo.

En el fraude ocupacional, el perpetrador generalmente comete el ilícito por primera vez. Esta conducta puede ser evitada si el gobierno corporativo de la organización, es lo suficientemente robusto. La frase “es mejor prevenir que lamentar” resume de manera concisa lo expuesto sobre el castigo y el fraude. De nada servirá castigar al perpetrador, ya que será demasiado tarde.


L.F.B. Daniel Alberto Ortiz de Montellano Velázquez

Gerente de la Práctica Forense en KPMG México.
Integrante de la Comisión de PLD de CCPM

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