Con independencia de los detalles o de los escenarios, los elementos que propician la ocurrencia de un fraude son dos: la oportunidad y la motivación.

Las oportunidades tienen que ver con inadecuados procesos en las organizaciones y con la siempre cambiante forma de materialización de los fraudes. La motivación es lo que mueve a los individuos a actuar. Por ende, entender y manejar este elemento del fraude resulta vital aunque mucho más complejo. De nada valen los controles, si las personas están dispuestas a vulnerarlos. Vamos a describir los motivos más comunes que inducen a una persona a cometer fraudes contra su empresa.

- Incapacidad para pagar sus deudas: en una economía recalentada como la que vivimos gran parte de la década anterior, el flujo de negocios significaba mayores flujos de dinero para los empleados que percibían salarios con componentes variables, como comisiones o bonos por desempeño. Este dinero extra, ganado fácilmente a veces, se gastaba con igual facilidad. Igualmente, las personas accedían al crédito de largo plazo sin problemas, comprometiéndose a pagar con sus ingresos futuros, como si estos siempre fuesen a estar a la mano. Al llegar la recesión y con ella la inevitable reducción en la remuneración variable, muchos empleados tomaron la errada decisión de recurrir al fraude para honrar sus compromisos de crédito.

- Problemas surgidos de los fracasos personales: existe un sinnúmero de factores que una persona puede percibir como un fracaso: la pérdida del empleo, la falla de un negocio, la degradación en la calidad del trabajo, las rupturas sentimentales. Todas ellas pueden convertirse en motivo o en excusa para el fraude.

- Reveses en los negocios: las presiones de la recesión afectan a todos los miembros de una empresa, incluyendo a sus directivos, quienes ceden a la tentación de falsear los informes y las cifras de resultados para engañar a terceros o para acceder a sus bonos o compensaciones variables.

- Mantener el estatus: el derroche y la ostentación se han constituido en los grandes motores del fraude. Sostener un ritmo de vida lujoso demanda grandes cantidades de dinero, que es difícil de conseguir legalmente en épocas recesivas.

- Desmejora en las prestaciones laborales: muchos defraudadores entrevistados han admitido que decidieron robar a sus compañías al ver cómo se reducían las prestaciones extralegales. Como lo resumió una persona que desfalcó a la empresa para la cual había laborado honestamente durante 25 años: "con la disculpa de la recesión a los empleados nos fueron quitando todas las garantías que antes disfrutábamos. Se acabaron las primas, los bonos, la fiesta de fin de año. Hasta el café nos fue suspendido. Ya no valía la pena cuidar un puesto de trabajo con tan poquitos incentivos".


Alejandro Morales Tobón

Contador Público de la Universidad de Medellín. Especialista en Análisis de Riesgos administrativos y de fraude y Análista económico del Periódico El Colombiano de Medellín.

 

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